¿Quién es Camila Dávila?

En 1988, y gracias al fenómeno que había sucitado Calamar, se realizó en el poblado de San Antero un concurso para premiar el disfraz más parecido a Guri Guri. Los creadores de este personaje se sorprendieron cuando el verdadero Guri Guri, quien participaba secretamente, ocupó el séptimo lugar.

martes, 10 de julio de 2007

Sobre la nostalgia y otras cosas más


Soy de aquellas a las que les parece que los aeropuertos ejercen una atracción particular sobre las personas. El olor a cuero de las maletas, la espera tonta frente a las vitrinas, la emoción contenida que explota cuando el avión acelera antes de despegar. Es más, para ser sincera nunca he entendido a los que le tienen miedo a las alturas y a las azafatas, a aquellos que no ven en los pasajes un objeto de culto de letras rojas y papeles finísimos. Tampoco entiendo a los que no piden la ventana o no ojean desprevenidamente las revistas del asiento.

En síntesis me encanta volar, sin embargo, una nube de tristeza provoca turbulencias en mi corazón. Me hacen falta todos aquellos que ahora están en otras latitudes, que viven en otras horas, que se despiertan en otros idiomas, que sólo compraron el tiquete de ida.

Odio los encuentros furtivos en el msn, los correos colectivos que relatan diarios de viaje, las fotos sueltas en el flickr. Odio no poder tomarme una y mil copas con los distantes colegas, no poder preguntar hasta el grado sumo de la irritación detalles sobre sus faenas románticas. Odio que se me olviden los números de sus teléfonos, detesto ver las luces apagadas de sus cuartos.

Mis dulcísimos beodos, el consuelo simple de saber que en parte allá hay un poquito de todos y que cada una de las anécdotas nos remite a referentes comunes no es suficiente para encontrar el sosiego. Y la letanía clásica que el que sufre es el que parte, no tiene asidero en la realidad.

Los de lejos gozan de lo ignoto y empiezan a inventarse rutas y rutinas, y como es obvio tienen la oportunidad de imaginarse a sí mismos, pueden hacer seductoras las anécdotas refritas de siempre, adueñarse de lo que alguna vez oyeron y volver sus clásicas debilidades una fortaleza deliciosamente sutil. En el peor de los casos, los de allá, disfrutan de la soledad romántica y del ideal del aventurero.

De hecho, si no es así pueden hacerlo parecer, solo basta teclear con fortuna una o dos frases, y los entuertos y las torpezas que les son naturales pueden transformarse en las hazañas épicas de cualquier PaladinT.

En la distancia, cuando dicen haber besado a una sueca, el ósculo reposa sobre los labios de una mueca. Cuando comentan sobre la frivolidad de las noches berlinesas, es que han comido con voracidad muchas hamburguesas.

En fin, me hacen falta y una falta enorme (o eso diría si yo fuera la que estuviera lejos).

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